Y que estúpido es pensarte y volverte a pensar, pararme y volver a observarte allí, donde siempre estuviste, sentado y aveces pensativo, y otras veces subiendo y bajando, como si jugaras con las sombras que dibujaban el cemento tibio de un tiempo de acacias blandas y suspiros profundos, detrás de ese árbol casi tan frondoso como el fuerte de tus mas tibias y estrictas melancolías, como esas que a mi me pesan en el pecho, que me acarician las entrañas cansadas, cansadas y serenas pero profundamente resentidas. y entonces ese tronco, el tronco de ese árbol, de dimensiones fantásticas y sombras macabras, ese tronco seco , sin vida, extasiado ante el calor insípido del verano turbulento, me huele a añejo, casi tan añejo como uno de los vinos, licores, nunca supe de que se trataba pero eran añejos y te ponían desquiciado . te acordas? -Que bueno que no participes, que me dejes ser libre en mi discurso.
Pero no estoy libre por la noche de los fantasmas, que me persiguen, que se escapan, que se escapan y vuelven porque aun no puedo controlarlos, tienen mas de ti que de mi mismo . y me duelen, me pesan, y por las noches aun me sangran...
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